Entradas populares

Millán Salcedo, actor: “yo soy, sobre todo, un hombre de escenario”

En el Teatro de la Zarzuela se respira atmósfera de gran acontecimiento aunque la función que se estrena esta noche es un clásico de la casa: ya es la quinta vez que se programa este montaje de 2001 de Los sobrinos del capitán Grant de Manuel Fernández Caballero, producido por el propio teatro con dirección de escena de Paco Mir, uno de los componentes de Tricicle, que estará en cartel desde el 9 de diciembre hasta el 8 de enero.

             


Millán Salcedo, "Mochila" Foto: Adela Estévez

En su camerino, Millán Salcedo, conocido sobre todo por haber sido miembro de Martes y 13, que encarna a Mochila, un teniente retirado del ejército y uno de los protagonistas, se prepara para la representación. Acaba de terminar la sesión de maquillaje y se ha puesto parte de la ropa que llevará en escena. Es un hombre afable, encantador, extraordinariamente expresivo, que subraya todas sus palabras con gestos, sonidos o imitaciones de voces, lamentablemente irreproducibles en una entrevista escrita. De cabellos y barba canosa, mucho más atractivo al natural que en la imagen que de él transmiten las cámaras.


Habla con cariño de su localidad de nacimiento Brazatortas, en Ciudad Real ("el mismo lugar en que nacieron Antonio Gala y Pilar Ruiz, miss Madrid y miss guapa con gafas", subraya, imitando al escritor) a pesar de que, se lo llevaron a Puertollano cuando tenía unos meses, donde vivió hasta la muerte de su padre y en su pueblo sólo ha pasado algunas temporadas, siempre en verano.

Cuenta cómo descubrió su vocación en el internado de los Salesianos para huérfanos de Ciudad Real en el que estuvo desde los 6 hasta los 17 años: “en el colegio hacíamos teatro y zarzuelas, y yo, desde chiquitillo, he estado subido a un escenario, que fue lo que me salvó. Porque la formación que recibí allí no me sirvió para nada”.
El centro era de oficialía industrial y los curas decidieron que estudiase sastrería, así que con quince o dieciséis años lo pusieron a hacer sotanas, cosiendo los ojales, uno a uno “¡a mano!” (y pone tal énfasis en ese ¡a mano!, que en el camerino aparece por unos instantes la imagen de aquel interno adolescente inclinado sobre la negra sotana, cosiendo laboriosamente). Y continúa rememorando con un tono que quiere ser cómico sin conseguirlo del todo: “Treinta y tres, siempre, midas lo que midas, por la edad de Cristo. O sea, que si se hubiese muerto a los 98 años habría que hacer 98 ojales, así que nosotros dábamos gracias porque no hubiese vivido más que treinta y tres años, ¡pobrecillo!”.

En la corrala ("Los sobrinos")
Foto: Prensa Teatro de la Zarzuela

Tras ocho meses “de pesadilla” trabajando como planchador de mangas en unos almacenes de Madrid, a donde llegó con una recomendación de los salesianos, se plantó un día en la portería donde trabajaba su madre para decirle que se acababa de despedir del trabajo porque quería ser actor. Y aquí su voz cambia, rememorando: “y mi madre, que se había quedado viuda tan joven, que se había venido, con dos ovarios, desde Puertollano a Madrid con tres hijos, ante la perspectiva de quedarse con un sueldo menos en casa, me dijo: ¡adelante! O sea, que si soy algo en la vida es gracias a ella”. Ha dicho esta última frase mirando al cielo y juntando las manos, como rezándole a esa madre siempre añorada.
Atrapados por la inundación ("Los sobrinos")
Foto: Prensa Teatro de la Zarzuela
Rápidamente vuelve al tema de los estudios de Arte Dramático para cortar el recuerdo que por un momento dejaba asomar a un Millán muy diferente al personaje: “hago la prueba de ingreso en la Escuela de Arte Dramático y, chan chan cha cha chaaaaaan (entona una melodía de película de terror): ¡suspendo!". 

Después de un verano buzoneando, vendiendo libros, descargando fruta e incluso intentando con un amigo (“yo no pude, fui incapaz”) trabajar en el hospital que hoy es el Reina Sofía lavando muertos, consiguió aprobar en septiembre y estudió en la Escuela de cuyo profesorado, muchos de ellos grandes nombres del teatro, asegura guardar un recuerdo increíble: don Manuel Dicenta, en cuyas clases se equivocaban a posta para poder escuchar maravillados sus demostraciones de cómo había que hacerlo (y mientras lo cuenta, recita imitando la voz de Dicenta) o José Osuna, que lo llevó con otros cuatro compañeros de curso de gira con los Festivales de España en verano de 2º Curso.
En el servicio militar coincidió con Fernando Conde, que actúa también en Los sobrinos, al que conocía de la Escuela y con el que surgió la idea de un dúo humorístico, que a la vuelta a Madrid, se convirtió en el trío Martes y trece cuando él mismo se lo propuso a Josema Yuste. Durante una actuación en un pub, deslumbraron a Miguel Bosé, que se encontraba entre el público y que empezó a buscarles patrocinadores. Les contrató o propuso que les contrataran en su película ‘Sentados al borde de la mañana con los pies colgando’ que en palabras del actor: “fue un fracaso estrepitoso, pero al mismo tiempo una maravilla porque nos puso en contacto con el cine y sobre todo con el mundo Miguel Bosé, que es un arcángel, el arcángel San Miguel”.

                            
Y  llegó la popularidad que él mismo reconoce que no supo manejar: “al principio no entiendes qué es lo que está pasando, todo el mundo te alaba, te adora, les encanta tu trabajo, puedes hacer todo lo que te dé la gana, entrar en zapatillas donde no dejan, ir en pantalón corto donde es obligatorio el esmoquin y todos te ríen las gracias. Y eso, de alguna manera, te da un poder que te puede hacer parecer orgulloso, soberbio. A mí me hizo daño, porque no supe separar: nosotros éramos los graciosos oficiales, suena vanidoso decirlo, pero es verdad, uno de nuestros programas se emitió el día de la Conferencia de Paz que se celebraba en Madrid para evitar que la gente saliese a la calle, teníamos tanto poder como el fútbol o como los toros, pero no éramos conscientes de ello. Yo ejercía de gracioso las 24 horas del día porque no soportaba la idea de defraudar a nadie. Y la gente, cuando no respondías a sus expectativas pasaba del amor al extremo contrario, a odiarte. Era un nivel de exigencia horrible, porque a la mínima te decían: ‘no haber salido en la tele, ese es el precio de la fama’. Y a mí me parecía totalmente injusto, porque yo tengo mis momentos bajos como cualquiera y no puedo estar siempre al cien por cien; así que llegó un momento en que decidí que tenía que cortar con todo. Porque estaba saturado. Llegué a quedarme en blanco en un escenario (gracias a Dios al final de un espectáculo) y tuvieron que ingresarme en una clínica. Me recuperé y al salir decidí que tenía que cortar con cosas y, entre ellas, con Martes y 13”.

                         

A raíz de esta ruptura empieza a hacer trabajos de otro tipo, actúa en la Salomé de Wilde dirigida por Narros y lleva en gira por toda España lo que él llama “mi terapia, mi desnudo integral”, la obra Yo me subí a un piano verde, con la que, dice: “espanté muchos fantasmas del pasado y comprendí que yo soy sobre todo, un hombre de escenario, lo tengo clarísimo”. ¿Y la tele?: “¡Está la tele como para salir! ¡Hay algunos platós que parecen el corralito de los desquiciados!”.
Y por supuesto, la zarzuela, en primer lugar este papel que ahora reestrena en Los sobrinos del capitán Grant. Su director, Paco Mir explica sus razones para elegirlo: “necesitaba un buen actor cómico, con sus características físicas y que tuviese buena voz y me pareció el ideal. La prueba vocal con el director musical confirmó que estaba capacitado para el papel”.
"Atravesando los Andes" ("Los sobrinos")
Foto: Prensa Teatro de la Zarzuela

Y otro rol protagonista en La eterna canción de Sorozábal en el Teatro Español. Pero a pesar del éxito de ambas producciones no se ha planteado seguir una carrera en la zarzuela como tenor cómico. "¿Cómo terror cómico? ¡Uy, que miedo! No, no quiero encasillarme, aunque comprendo que de alguna manera ya lo estoy: yo siempre seré, gracias a Dios, el de la empanadilla de Móstoles ¡Encaaannnaaa!

                       

Algo que llegó a odiar en su momento porque como explica: “en aquella época, estaba tan harrrrto de que me lo dijeran a todas horas, que es de cajón, ¡es hubbbano!” (la conversación se llena de muecas y sonidos guturales). “Yo me imagino que si Julio Iglesias puede evitar que le hablen de Gwendoline lo hará. O Massiel, imagínate Massiel con el La, la, lá, ella ha hecho muchas más cosas, y siguen hablándole del La, la, lá. Pero empanadillas aparte, no todo el mundo puede decir que ha formado parte de Martes y 13, sólo tres personas pueden hacerlo y yo soy una de ellas”.

(Por megafonía anuncian ‘Primera’, la señal de que falta media hora para empezar la función, el actor-cantante debe terminar de vestirse porque las puertas del teatro se abren ya al público que disfrutará esta noche de estreno y sólo el personal del teatro puede permanecer en los camerinos).

No hay comentarios:

Publicar un comentario